Por Luis Herrera
La economía está a tope entre enero y febrero. También la basura, el ruido y, cada vez con más fuerza, la delincuencia. Que Algarrobo ya no es como antes, asaltos a mano armada en emblemático supermercado de Las Cruces, funcionarios municipales golpeados en El Quisco, y así. ¿El litoral no está abstraído de la realidad país (y sobre todo metropolitana), o todo esto tiene mucho que ver también con la oferta que, valga la redundancia, ofrece y no el Litoral de los Poetas? ¿Con qué criterios se evalúa este verano para enfrentar el verano 2025? imagino que las municipalidades de nuestra provincia ya están trabajando en ello. En materia cultural: ¿Cómo vamos este invierno?
Ayer Instagram inauguró su oferta con un “influencer” que amenazaba con violencia al alcalde de Cartagena por haberle puesto carabinero y guardia a la explanada de la ciudad. Las amenazas e improperios eran de grueso calibre y, detrás de lo que se puede traducir, al parecer el argumento era que “Cartagena siempre había sido popular”. ¿Qué es lo popular a lo que refiere este señor? ¿Qué es destino turístico de gente trabajadora y humilde? ¿O que “el chancho está tirado” al libre arbitrio de la ley de la calle, la amenaza, la rudeza, lo choro? Los pocos comentarios que tenía el video daban la razón al alcalde. Se intuye que, finalizando el verano, tales comentaristas vuelven a sentir un alivio, un respiro, a vivir en este otro ritmo, silencioso, medio poético, natural, con parajes solitarios, sin bocinazos y que en las mañanas despiertas con los versos que despliegan las gaviotas.
¿Y si eso fuera la oferta económica?: “este otro ritmo, silencioso, medio poético, natural, con parajes solitarios, sin bocinazos y que en las mañanas despiertas con los versos que despliegan las gaviotas” ¿Cómo se hace eso? ¿Es rentable? Tal vez nunca se puedan vencer los criterios de la “demanda” turística que se exige en el verano, pero en el invierno, ¿por qué no? Así no se tendría que concentrar todo en el verano, familias enteras que durante dos meses reciben amenazas y deben callar porque no hemos logrado darle la vuelta al problema, porque se gana más, porque se vende más, porque no hay oferta laboral desde marzo a diciembre, a menos que estés clavado a un sueldo municipal (que hay que cuidar con dientes y uñas), o tengas un almacén que mantiene precios turistas a los residentes, o privilegiadas excepciones facilitadas por el teletrabajo o escasas instituciones.
Una economía turística que esté a la altura del Litoral de los Poetas. Hay luces. Claro que sí. Patio Ferreiro en Cartagena lo tiene más que claro, y a punta de esfuerzo, talento y, sobre todo perseverancia, ha sabido instalar un concepto que va en esta línea. Cartagena ofrece más que la disputa a garabatos de la explanada: ofrece la poesía de Vicente Huidobro, la propuesta de artistas cada vez más organizados, un hospedaje que es más que “una pensión con desayuno y parrilla”, sino que una experiencia cultural y una atención tan grata como interesante. Durante todo enero, Patio Ferreiro -mientras el influencer, los chistes sexuales, las drogas y la música urbana hacían explotar los decibeles en la playa- celebró el cumpleaños de Vicente Huidobro. Las oficinas de turismo, emprendimiento y cultura de Cartagena (y del resto del litoral) debieran ir a la calle Bulnes a impregnarse de este fenómeno: facilidades municipales para los restaurantes que dispongan horario y recursos a la promoción de artistas locales, recorridos bien organizados por la naturaleza y los hitos culturales claves, ferias literarias de carácter nacional organizadas con tiempo, oficinas de turismo atendidas por personas informadas y estudiosas del tema. Que los poetas sean los promotores de este turismo, los cultores, los músicos en las calles. Ordenanzas de cultura y promoción del arte en línea con lo económico y el verano. Una identidad local bien difundida, que no sea arrasada por las identidades foráneas sólo porque pagan un arriendo o compran papas fritas.
Hay que estudiar, conversar y mucho paño que cortar. Querernos un poquito más. Insisto y repito, nuevamente.