Por Luis Herrera, escritor
¿Recuerdan cuando, años atrás, si viajabas de noche e ibas con las luces altas, las bajabas, y el vehículo contrario las bajaba también? Cuando eso sucede ahora, es decir, esa empatía vial, esa civilitud entre conductores/as, es un milagro. Manejar por el litoral de los poetas de noche, nos entrega sus aventuras de ese tipo. A veces, la situación se torna de mayor adrenalina, cuando algún prepotente comienza a echarte el auto encima, adelantando en el taco y tirándose encima para que le des el cupo. ¿Cómo vivimos el taco? Quienes habitamos el litoral los conocemos, los dinamizamos, los vivimos. ¿Hay o no hay que dejar que el auto que viene por la berma derecha -arrasando con peatones y ciclistas- tome un lugar más adelante?
¿Han visto imágenes de Bangkok en que cada quien toma su rumbo, avanza sin detenerse, entre motos, peatones y vehículos contrarios? No te preocupes si no lo has visto, anda a San Sebastián, pasando las verdulerías (si viajas desde el norte), te encontrarás con Avenida Central. Y estarás en Bangkok: autos que se atraviesan, ausencia de señalizaciones, acomodadores de auto deteniendo el tráfico, personas corriendo, un paso peatonal casi invisible desde donde te agradecen o putean según la hora. Toma un colectivo y lleva mucha plata, no sabemos cuánto, porque por dos cuadras te salen 3 mil pesos u 800. Es azaroso, como un juego de naipes. La voluntad de Diosito. Y vaya suerte si vas detrás de una micro que hace la hora. No se hace a un lado, oídos sordos a los bocinazos de una fila de desafortunados/as, una nube negra de gases que va entrando por tu ventana. Los urbanistas generan un espacio en cada paradero, para que el autobús pueda acomodarse, tomar pasajeros con tiempo, sin detener el tráfico. Acá existen, pero no se ocupan. La calle es donde trabajan, y acá si alguien está trabajando en la calle, se puede pasar por buena parte cualquier derecho social. Eso que el trabajo dignifica al hombre, se lleva al extremo. Aunque lo anterior -el autobús que hace la hora- es un refresco frente a la situación contraria: el chofer va apurado. Sálvese quien pueda. Pasajeros afirmados de sus paracaídas, peatones en estado de guerra, espejos de automóviles brincando por los suelos. Decía un arquitecto amigo hace unas décadas ya: “la educación vial muestra la salud de una urbe”. Estamos en agonía entonces.
Luchito siempre refrescando la visión con su pintoresco y profundo análisis, muy cierto todo lo que narra